- Fuente: Industrial Scientific Corp.
- Traducción: Andrea Sanguinetti, Impomak S.A.
- Fecha: 30/08/2020
Cuando la combustión de carbono es completa, lo que requiere la presencia de oxígeno suficiente, el resultado es principalmente dióxido de carbono. Se debe recordar que la combustión se refiere a la combinación química de una substancia con oxígeno y esto en ocasiones, pero no siempre, involucra fuego.
Por su parte, cuando la combustión de carbono es incompleta, lo que ocurre cuando hay limitada disponibilidad de aire, sólo la mitad del oxígeno se agrega al carbono y, por lo tanto, se forma monóxido de carbono (un átomo de oxígeno: CO versus dos átomos de oxígeno: CO 2).
La mayor parte del CO 2 liberado a la atmósfera proviene de fuentes naturales. Entre ellas se cuentan los océanos, la respiración vegetal y animal (incluida la humana), la descomposición de materia orgánica, incendios forestales y erupciones volcánicas. Si bien la menor cantidad de generación de CO 2 es antropogénica, es decir, causada por la actividad humana, 87% de todas las emisiones producidas por los seres humanos deriva de la quema de combustibles fósiles, como el carbón, gas natural y petróleo.
Asimismo, plantas industriales que generan hidrógeno o amoníaco a partir de gas natural o bien procesos de fermentación orgánica a gran escala para producir etanol son algunas de las principales fuentes comerciales de CO 2. Este gas tiene diversas aplicaciones, por ejemplo, en la industria de alimentos y bebidas (gaseosas y conservación del vino). Asimismo, en estado sólido, se conoce como “hielo seco” y se utiliza comúnmente para el transporte de comida congelada o materiales farmacéuticos.
A diferencia del CO 2, el CO no se genera en forma natural. Una fuente conocida de este gas es la combustión “incompleta” de carbón, gas natural y petróleo. Niveles insuficientes de oxígeno y bajas temperaturas conducen a la formación de mayores porcentajes de CO en la mezcla de la combustión. Si bien es comúnmente indeseado, el CO se utiliza por ejemplo en la fabricación de metal y productos químicos, así como en la industria farmacéutica y aplicaciones electrónicas.
Aunque la asfixia por CO2 es poco frecuente, una alta concentración en un espacio confinado puede ser de alto riesgo. Los síntomas de asfixia leve con este gas son cefalea y mareo a concentraciones menores de 30.000 ppm. Un nivel de 80.000 ppm puede ser potencialmente letal. Como referencia, OSHA (Administración de Seguridad y Salud Ocupacional de Estados Unidos) ha establecido un límite de exposición de 5.000 ppm en un período de 8 horas y 30.000 ppm por un lapso de 10 minutos.
La Conferencia Nacional de Legislaturas Estatales de Estados Unidos (NCSL) señala que más de 10.000 personas requieren tratamiento médico cada año en ese país debido a la asfixia por CO; 500 personas fallecen anualmente producto de ello y alrededor de la mitad de las muertes por asfixia accidental con CO corresponde a inhalación de humo proveniente de incendios. El límite de exposición permisible (PEL) determinado por OSHA para este gas es 50 ppm promedio en un período de 8 horas. El nivel IDLH, es decir inmediatamente peligroso para la vida o la salud, es 1.500 ppm. Dado que el CO, conocido popularmente como el “asesino silencioso”, es un gas incoloro, que además carece de olor, sabor y no es irritante, resulta difícil detectar los primeros signos de hipoxia.
Cabe mencionar que un detector de monóxido de carbono no medirá dióxido de carbono y viceversa. No sólo los sensores son específicos para cada gas, sino que la ubicación del detector también es relevante. El CO 2 es más pesado que el aire, por lo que el instrumento se debe ubicar a un nivel más bajo, cercano al suelo, mientras el CO es levemente más liviano que el aire, por lo que el detector se puede localizar a mayor altura. El factor más importante al momento de seleccionar el instrumento adecuado es conocer y comprender tanto el ambiente como las propiedades del gas o gases que se pretende monitorear.